'El Mártir del Ego': El Poema y la Cruda Psicología del Infiel que Siempre se Pone como Víctima
¿Te has preguntado alguna vez por qué la persona que engaña a menudo se presenta como la víctima, cargando con la "cruz" de su propio error? Este poema es una disección sin piedad del infiel, el narcisista y el autoengaño.
Más abajo, no solo encontrarás la cruda poesía, sino una reflexión profunda sobre la burbuja del ego que construye una falsa realidad, y por qué el "mártir de ego" nunca puede encontrar el perdón mientras siga aplaudiendo su propia farsa.
El poema:
El Mártir del Ego
El infiel es narcisista,
que no soporta
la pena
de verse en su
propio reflejo.
🪞
Cree que el mundo
es un teatro
diseñado solo
para actuar,
pero es apenas
la sombra de
un falso y triste
andar.
🪞
El dolor de su
miseria
es la falacia de
🪞
Se convence de
su pena,
de la carga de su
cruz,
pero su lamento
es vacío,
solo una sombra
sin luz.
🪞
lo presenta
un eco de la mente.
🪞
En su prisión de
engaños,
donde el perdón
no existe,
se
un lamento que
insiste.
✨✨✨
Reflexión
🎭 La Farsa de la Cruz Propia: Rompiendo la Prisión del Ego
Este poema es una lección magistral sobre la negación y el mecanismo de defensa que opera en la infidelidad narcisista. La figura del "mártir de ego" no sufre por el daño que causó, sino por el dolor de verse a sí mismo.
Aquí están las claves para entender la prisión de este mártir:
- El Miedo al Reflejo: La razón de su ciclo vicioso es el miedo a la verdad. No es la traición lo que le duele, sino que "no soporta la pena de verse en su propio reflejo". El autoengaño es el precio que paga para mantener intacta la imagen de sí mismo.
- La Falsa Miseria: El dolor que expresa es una "falacia de la mente", un "lamento vacío". Al convencerse de que carga una "cruz", manipula a otros y, peor aún, a sí mismo. Se convierte en un actor en un teatro diseñado para justificar su comportamiento, en lugar de enfrentarlo.
- La Prisión sin Perdón: El poema concluye señalando la trampa final: "donde el perdón no existe". El perdón es imposible no porque la víctima no lo ofrezca, sino porque el mártir del ego está tan ocupado aplaudiendo su propia farsa y lamento que no deja espacio para la verdadera humildad y el arrepentimiento necesario para la liberación.
La única salida de esa prisión es dejar de actuar, dejar de lamentarse y mirar, por fin, el reflejo real de lo que se es.
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